Han existido a lo largo de los años muchas vertientes
arquitectónicas tan dispares como dispares eran sus formas de ver el mundo; el
futurismo, el constructivismo…Pero en pleno sXXI me resulta difícil encontrar
semejanzas en corrientes pasadas para este mundo presente.
Existen también, infinidad de teóricos actuales debatiendo
sobre cómo y qué debe ser la arquitectura, desde Franco José Tomas con la Tiny
House hasta Andrés Jaque con su reflexión sobre Madrid, y como ellos miles.
Demasiadas visiones y puntos de vista, con sus virtudes y
sus defectos, como para estudiarlas todas. Y
ninguna perfecta. Ninguna a la
que poder aferrarme con uñas y dientes para solucionar la infinidad de tesituras
a la que la profesión me aboca.
Sin embargo, a pesar de los muchos cambios, ideológicos,
políticos o sociales; siempre encuentro en la coherencia esa ancla a la que
aferrarme. Una coherencia conmigo misma,
que se basa en hacer lo que creo más adecuado en cada momento y
circunstancia. Aunque si en algo más me
baso es en la creencia de que el análisis del lugar y nuestra historia condiciona de una manera
significativa la buena arquitectura. No entiendo la arquitectura sin el lugar.
Costa Rica no es la Sabana africana, y un edificio difícilmente puede ser un
artefacto intercambiable. En Alvar Aalto y su forma de entender y materializar
la presencia del lugar en su arquitectura siempre encontré un referente.
Pero ¿dónde encaja todo esto? O ¿Dónde encajo yo, más
bien? Nos encontramos en una sociedad
que corre más deprisa de lo que la Tierra puede regenerarse, eso es
indiscutible. El cambio climático ya es una realidad. Nuestro ¨lugar¨ está
cambiando, y en esta controversia radica mi interés.
No pretendo salvar el mundo, pero si trabajar sobre una
arquitectura concienciada con este gran problema. Busco compatibilizar nuestras
necesidades y deseos con la reducción significativa de nuestra huella
ecológica. Encontrar la manera de hacer posible nuestra existencia
contemporánea de una forma sostenible.
Hablo de la reducción de espacios, de las energías
renovables, de la reutilización. Pero también de la comprensión de las
necesidades actuales y futuras del individuo. Crear espacios cuya durabilidad
se alargue en el tiempo para que no sea necesaria la creación de otro nuevo.
No me interesa la radicalidad en esas posturas, sino su
integración con el modelo de vida actual. Ser útil en su divulgación y en la
comprensión tanto de su necesidad como de su posibilidad. Ofrecer otro punto de
vista que complete el abanico de visiones ya existentes. Aprender y colaborar
con personas como Judit Aragonés (miembro de Estudio Dinamik y propulsora del
debate sobre la arquitectura sostenible en Tetuán). Y así, entre todos intentar
dar solución a la situación actual.
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