Innovación, una palabra
hoy en boca de todos pero que a
los arquitectos persigue desde sus inicios.
Desde la profesión siempre se ha buscado la innovación, la
diferenciación del resto, la singularidad. Sin embargo, en la actualidad esta
palabra toma otro matiz. Nos vemos obligados a buscar la innovación en la
periferia de nuestro campo, a la invención casi de nuevas competencias en las
que poder ser útiles.
Nuestro hábitat natural se ha vuelto hostil, la creación de espacios físicos y tangibles
–imprescindibles por un lado- se ha vuelto apenas una quimera con la que solo
los afortunados pueden soñar. No obstante esto no significa el fin, ni el
declive de la profesión. Vivimos en un mundo de constantes cambios, más veloces
que nunca gracias al avance de las nuevas tecnologías. Y en esta vorágine de
cambios es donde un individuo creativo como el arquitecto tiene más
posibilidades.
Pero todo cambio requiere una adaptación y es en eso en lo
que debemos centrarnos. Debemos olvidarnos quizás del arquitecto entendido como
ente creador solitario capaz de abarcar por si solo todos los campos. Y
abrirnos a la posibilidad de una comunidad capaz de abarcar todos los frentes
que la actualidad requiere y en busca de un mismo fin. Un fin que debe ser
entendido como propio por cada individuo, para permitirle trabajar
apasionadamente, alejándose así del simple negocio. Y entender ese trabajo
global como parte importante de su forma de vida, tanto educacional como
social. Una vuelta en cierto modo a las
escuelas, donde cada ser trabaja en simbiosis con sus compañeros para llegar a
ese fin común.
Aunque esta adaptación no se limita exclusivamente a la
forma de afrontar la profesión, sino que este cambio de paradigmas influye en
el propio núcleo de su ser. El arquitecto hoy en día debe ser creador y erudito
también de lo incorpóreo, de espacios alejados de lo tangible pero sobre todo,
a mi parecer, debe ser capaz de reformular y compatibilizar la arquitectura
existente con las nuevas necesidades que esta cambiante sociedad trae consigo.
No podemos seguir permitiéndonos la tabla rasa, debemos sensibilizarnos con
nuestra realidad y readaptar nuestro ayer y nuestra visión a un presente que
cada vez se acerca más al futuro. Un futuro que debemos permitir que siga
existiendo.
Tengo la convicción que desde la profesión estamos abiertos
al cambio, se nos va en parte el futuro en ello. Sin embargo, nuestra búsqueda
de la innovación, allá donde este, debe ir acompañada de una transformación
política y social que nos permita el ejercicio de nuestra profesión de una
manera libre y segura. Somos una sociedad y como tal debemos avanzar.
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