En palabras de Charles Chaplin : “El tiempo es el mejor autor, siempre encuentra el final perfecto”.
Y eso, el tiempo, es precisamente el tema central de mi
discurso. Desde la antigüedad la arquitectura se ha entendido como una
oposición al tiempo. Los edificios nacían con una vocación de permanencia,
perdurarían más allá de sus habitantes y sus creadores. Citando a Wren: “la
arquitectura tiene como objetivo la eternidad”.
Sin embargo, con las
exposiciones universales se empezó a desarrollar un concepto de lo efímero, que
si bien no era nuevo, si fue la primera vez que se catapultó a las primeras
líneas de debate del panorama internacional. No buscaban la eternidad, sino dar
solución a una demanda especifica que después desaparecería.
Hoy en día estas dos maneras de entender la arquitectura
perviven conjuntamente.
Por un lado, podemos encontrar al estudio de arquitectura Henning Larsen Architects o a los arquitectos desarrolladores de la
CityHome como defensores de una
arquitectura sin fecha de caducidad, que ayude a satisfacer las necesidades
presentes y futuras con el fin de crear un único espacio en el que poder
habitar durante toda la vida. En el centro de su discurso se encuentra su
preocupación por el ahorro de recursos y el impacto ecológico. Consideran que
este nuevo modelo de edificación, además de reducir las emisiones de CO2 debido
a su diseño de eficiencia energética, también supondrá una reducción en la
huella ecológica que la sociedad produce al reducirse las necesidades
constructivas. En palabras de los
desarrolladores de la CityHome:
“La casa adaptable
enfoca la flexibilidad e identifica cómo un diseño flexible de una vivienda
unifamiliar puede ahorrar tiempo, recursos, y emisiones de CO2, en relación con
su conversión y extensión”
Mientras, en el otro extremo, arquitectos como Langbein, apuestan por arquitecturas
efímeras al no creer posible predecir un futuro tan cambiante. Con este tipo de
arquitectura busca adaptarse a las necesidades específicas de un lugar en un
determinado momento, asumiendo en su proyecto su temporalidad u obsolescencia.
Sin embargo,
tanto Langbein o Kampshoff –otro
arquitecto defensor- centran su discurso en el impacto social y su
rápida divulgación. Obviando, en muchos casos, los recursos utilizados para su
materialización. No quiero decir con esto que despilfarren recursos, ni que no
posean una conciencia ecológica que se refleje en sus proyectos (suelen
utilizar sistemas constructivos menos invasivos). Simplemente que en sus
discursos propagandísticos de su arquitectura, se centran en su carácter
experimental; ya que es en este campo-en mi opinión- en el que suelen trabajar.
Antes de comenzar esta investigación daba por supuesto las
ventajas que una arquitectura adaptable ofrecía sobre el impacto que producimos
en el medio ambiente frente a una arquitectura efímera con fecha de caducidad y
abocada a la renovación. Sin embargo, tras rastrear otros puntos de vista he
llegado a concordar en muchos puntos de vista con los arquitectos de lo efímero
sobre todo en los concernientes a lo mudable de un futuro que nadie ha
conseguido predecir con fiabilidad.
La posibilidad de combinar ambos métodos de actuar, creando
diseños adaptables pero que ofrezcan la posibilidad de desaparecer fácilmente (si
dejan de ser necesarios), es un tema interesante sobre el que podría aportar
mis conocimientos sobre arquitectura prefabricada en un medio protegido sobre
el que ya he trabajo en cursos anteriores. Este puede ser mi punto de partida.
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