¿Cómo es la casa de María Langarita?
o ¿Qué es la casa? Esta fue la pregunta de partida para afrontar la
cuestión definitoria.
Tras un análisis previo opté por
ponerle nombre desde la acción, desde la interacción con el
usuario. Ya que no es un objeto estático, posee movimiento y una
relación con los individuos que la habitan o visitan. Por lo que su
contemplación inerte únicamente puede mostrar aspectos estético.
Como el material que compone la fachada, el color de los
revestimientos y paramentos. Aspectos importantes pero no
definitorios o al menos no de tanta relevancia.
Es sin embargo su capacidad de
adaptación a la temporalidad y variabilidad humana lo que constituye
su singularidad y en definitiva su esencia. ¿Y no es sino su esencia
el punto fundamental para conferirle un nombre?
Mi casa para María Langarita se define
desde características intrínsecamente humanas: cambio,
metamorfosis, variabilidad, adaptación...
Sus paramentos poseen la capacidad de
abrirse dejando al descubierto la totalidad de la vivienda que
resguarda, se comporta como un órgano protector cuya voluntad está
relegada a la de sus habitantes. Se puede entender como una
prolongación de sus voluntades.
Entenderlo como un ente cambiante a
disposición de los usuarios pone de manifiesto la importancia del
habitar. El objeto arquitectónico no es contemplativo, no se busca
la transcendencia proyectual sino la creación de una vivienda que
facilite y promueva el habitar. Busca la puesta en valor del habitar.
Sus propietarios son el centro del proyecto y en torno a sus
necesidades giran todas las decisiones.
Por este motivo todas las actividades
capturadas (cambio, modificación, adaptación, protección,
apertura, conectividad, desconexión...) tienen que ver con el
devenir natural humano. Con la aceptación de sus conflictos y
controversias.
En definitiva, una arquitectura volcada
al interior, espacio por excelencia de la vida privada e íntima de
una familia; pero consciente de la necesidad de conexión con el
mundo exterior; y de la variabilidad de estas necesidades. Su
temporalidad debe responder a las temporalidades humanas.
Poner el foco de atención en el cambio
humano, tanto a largo como a corto plazo requiere unos conocimientos
de la naturaleza humana propios de sociólogos o psicólogos pero
también y sobre todo del cliente, del individuo concreto entendido
como un ser único diferente al resto.
Creo que este posicionamiento crea una
arquitectura más individualizada y concreta por lo que requiere de
un trato más personalizado y prolongado. Descartando así proyectos
de rápida ejecución o por catálogo. Proyectos quizá más pequeños
pero más vinculados al ser.
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