lunes, 31 de marzo de 2014

Nombres del devenir


¿Cómo es la casa de María Langarita? o ¿Qué es la casa? Esta fue la pregunta de partida para afrontar la cuestión definitoria.

Tras un análisis previo opté por ponerle nombre desde la acción, desde la interacción con el usuario. Ya que no es un objeto estático, posee movimiento y una relación con los individuos que la habitan o visitan. Por lo que su contemplación inerte únicamente puede mostrar aspectos estético. Como el material que compone la fachada, el color de los revestimientos y paramentos. Aspectos importantes pero no definitorios o al menos no de tanta relevancia.

Es sin embargo su capacidad de adaptación a la temporalidad y variabilidad humana lo que constituye su singularidad y en definitiva su esencia. ¿Y no es sino su esencia el punto fundamental para conferirle un nombre?

Mi casa para María Langarita se define desde características intrínsecamente humanas: cambio, metamorfosis, variabilidad, adaptación...

Sus paramentos poseen la capacidad de abrirse dejando al descubierto la totalidad de la vivienda que resguarda, se comporta como un órgano protector cuya voluntad está relegada a la de sus habitantes. Se puede entender como una prolongación de sus voluntades.

Entenderlo como un ente cambiante a disposición de los usuarios pone de manifiesto la importancia del habitar. El objeto arquitectónico no es contemplativo, no se busca la transcendencia proyectual sino la creación de una vivienda que facilite y promueva el habitar. Busca la puesta en valor del habitar. Sus propietarios son el centro del proyecto y en torno a sus necesidades giran todas las decisiones.

Por este motivo todas las actividades capturadas (cambio, modificación, adaptación, protección, apertura, conectividad, desconexión...) tienen que ver con el devenir natural humano. Con la aceptación de sus conflictos y controversias.

En definitiva, una arquitectura volcada al interior, espacio por excelencia de la vida privada e íntima de una familia; pero consciente de la necesidad de conexión con el mundo exterior; y de la variabilidad de estas necesidades. Su temporalidad debe responder a las temporalidades humanas.

Poner el foco de atención en el cambio humano, tanto a largo como a corto plazo requiere unos conocimientos de la naturaleza humana propios de sociólogos o psicólogos pero también y sobre todo del cliente, del individuo concreto entendido como un ser único diferente al resto.

Creo que este posicionamiento crea una arquitectura más individualizada y concreta por lo que requiere de un trato más personalizado y prolongado. Descartando así proyectos de rápida ejecución o por catálogo. Proyectos quizá más pequeños pero más vinculados al ser.

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